miércoles, 29 de abril de 2015

El amor-dor

Estoy hasta los higadillos de la exaltación de las relaciones tóxicas en la ficción. 

Todo esto viene del trauma que me cogí viendo un tráiler de una peli de Madame Bovary donde la llamaban "historia de amor". Vale que Flaubert no lo estaba exaltando, pero parece que el iluminado del tráiler sí. Además últimamente están echando un anuncio para concienciar a la juventú de que el control obsesivo por wasap no es romántico y quiero sumamarme al tema.

De esto va la Bovary: de ser egoísta.


Manipulación, mentiras, medias verdades, sumisión inconsciente, gilipollismo máximo... Todo eso se va colando amparado por aquello de que, sin conflicto, no hay historia. Tenemos un poco confuso eso del conflicto, qué es y con qué se riega. La música del silencio es el ejemplo perfecto de conflicto bien entendido, sin caer en el manido A contra B. En la literatura romántica muchas veces se cae en A contra B. En otros géneros, también. Y yo me tiro de los pelos, porque es algo que se basa en mentiras tan gordas como "los amores reñidos son los más queridos", "quien bien te quiere te hará llorar" y despropósitos semejantes que nos han enseñado que el amor es "de sufrir". 

¿Ejemplos? Crepúsculo enterito (¡Los celos molan! Si tiene celos de los helechos que te rozan en el sembrao es que te quiere). Las cincuenta sombras, cuyo peligro radica en que lo tratan como la biblia de la mujer liberada. Toda la pelotera de Idhún, virgen satísima del polímero, no hay por dónde cogerla (el rubiales traga con una cantidad de mierda por "amor" que podríamos abonar de los Cárpatos al Campo de Calatrava).

Todo ese juego de me molas, te doy celos, me das celos, no te digo lo que hay, mentiras entre medias, no te dejo hacer x porque te quiero, ven tonto/a que te va a gustar... Todo eso es conflicto puro. Conflicto, sí; amor, no. Es material de primera para novelas, claro. Novelas chungas. No "de amor". Se puede usar bien (como Flaubert) o se puede entender no como conflicto sino como conflicto deseable. Y se enaltece. Y ahí es donde a mí se me ponen los higadillos del revés.

Sobre todo con el "ven tonto/a que te va a gustar". Olé, violaciones encubiertas. No, mira, no es NO. Y querer "sí" pero decir "no" para no quedar de ¿salido/a? es otra aberración con patas y neones. No, no tienes derecho a tener impulsos. Lo suyo es que venga alguien y te... Convenza. Toma mensaje.

Luchar por el amor no es enrollarte con un drogadicto que te roba y al que le importas una mierda y "salvarlo" a costa de tu salud, por ejemplo. No es aguantar a una tía que critica todo lo que haces y no te deja salir con tus colegas porque ella no tiene amigas y no tendría a nadie si la dejas. No es aguantar las humillaciones del/la más molón/a del instituto porque, sabes, en el fondo crees que es buena persona aunque te trate como una bolsa de basura. No. Eso son historias muy buenas si quieres hablar de cómo nos cegamos cuando no queremos ver la realidad como es. No son historias de amor.

Luchar por el amor es, por ejemplo, luchar porque sea legal que te cases con quien quieras independientemente de su color de hoja. Es huir a un país donde es posible y tener que enfrentarte a las dificultades de ser un ficus nuevo en un país de albahaca. Es sobrevivir en un entorno dickensiano compartiendo un huevo frito porque no tenéis nada más para cenar sin torturaros mutuamente para exorcizar vuestras frustraciones. Esas son historias de amor.

Estaría bien que dejaran de vendernos historias de maltrato y autoengaño como historias de amor. Es una de las cosas que he intentado tocar en La Suerte del Dios Hambriento. Qué es el amor. Y qué no es.


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