martes, 11 de julio de 2017

"El Tiempo de Viridia": porqués variados

I. Por qué ahora y así

Era yo novel, joven e imberbe hace dos años cuando se publicó en papel El Tiempo de Viridia. Voy a dejarlo en que fue un aprendizaje y en que tengo una espina clavada desde entonces. 



Mi contrato expiró bien expirado hace más de un año y me decidí a sacar una edición digital (por la que muchos piaban en su momento) de esta novela. ¿Cómo? Mis experimentos con Amazon no estaban dando mucho resultado. Ya había sido editada y mucha gente se había gastado los cuartos en la edición en papel. Al final, después de muchas vueltas, decidí sacarla a trocitos, de forma gratuita, hasta completarla. Y luego... Spoilers.

La aventura comenzó oficialmente el 6 de julio. Extraoficialmente, comenzó cuando me puse a revisarla y a convertirla en archivos separados. Qué divertido ha sido hincarle el diente después de la experiencia ganada en QA y todo lo que he aprendido tras haberla publicado. Eduardo Manostijeras recorta a paso de tortuga reumática comparado conmigo.

En fin, que la estoy sacando porque se merece que la traten bien.


II. Por qué leerla

Porque mola un huevo de brontosaurio, así os lo digo.

Por el bien del SEO voy a decir algunas cosas que no me gusta especificar: podría entrar dentro de lo que llaman Young Adult (con una protagonista tardoadolescente con la que cualquiera que haya tenido diecisiete años y no le haya visto sentido a su vida se puede identificar). También es Alta fantasía - High Fantasy (vamos, que transcurre en un mundo creado ex profeso para esta historia, no en ninguna alacena mágica) y no tiene ni elfos ni enanos ni aberraciones inventadas para suplir el espacio de los hobbits porque plagiarlos habría sido muy cantoso.

Mirad a Peiro, qué majo que es.

Viene a hablar de redención. De cagarla, de cometer errores tremendos y de encontrar un camino para sobreponerte a ellos y a sus consecuencias. De perdonarse a uno mismo (cómo odio esta construcción gramatical, pero bueno) y de ser capaz de avanzar en lugar de enfangarse en la autocompasión, el torturarse y todas esas cosas que te hacen buen artista, según algunos imbéciles iluminados.

La protagonista, animalico, no es ninguna elegida. Es capaz de hacer amigas, de meter la pata hasta el fondo, de gestionar las emociones como un suricato adicto al café y de encabezonarse en buscar siempre una salida. Y quien dice salida dice un sentido a la vida.

 
III. Por qué releerla

Habrá quien se leyera la versión en papel en su momento y diga: "¿Y ahora, pá qué?". Confiad en mí: la versión digital es lo que me habría gustado que fuera la versión en papel... Lo que la versión en papel podría haber sido si la editorial hubiera editado el libro en lugar de imprimirlo tras encargarme la corrección a mí, por ejemplo. En cualquier caso, ya que el 90% de quienes pillaron el libro son amigos, familiares y adláteres, voy a apelar al aprecio que me tenéis como ser humano y a pediros que os sumerjáis en la historia de nuevo. Que, además, es gratis.

Contemplad a Lehn en toda su gloria.

A mí no vais a casarme.

IV. Por qué pinchar en este enlace

Porque es ahí donde vais a poder leerla gratis. ¿He dicho ya leer gratis? 



viernes, 7 de julio de 2017

Tanabata

Esta fue una de las leyendas del apartado Historias de amor bajo el cielo estrellado del Ciclo de Cuentos Nipones que hice en la Biblioteca de Castilla-La Mancha. Es uno de mis cuentos preferidos, por todo lo que refleja.



Orihime, tejedora, vive portándose bien en el cielo, cumpliendo con sus obligaciones a orillas del río Amanogawa (que aquí abajo conocemos como la Vía Láctea). Su padre, el Rey Celestial, está muy orgulloso del trabajo de su hija. Las versiones difieren en la forma en que la abnegada Orihime conoce a Hikoboshi, un pastor de bueyes que vive al otro lado del río, pero el caso es que se enamoran y se casan.

Se quieren, pasan tiempo juntos, comparten. Orihime presta menos atención a sus tejidos y Hikoboshi le hace tan poco caso a sus bueyes que acaban desperdigados por el cielo y, suponemos, causando un caos bastante interesante. El Rey Celestial, que tiene muy poca empatía para resolver conflictos, decide solucionarlo separándolos para siempre y condenándolos a que no se vean más.

Supongo que luego se iría a dormir a su casa celestial tan feliz.

Orihime va a ver a su padre y le suplica volver a ver a su marido. El Rey Celestial se conmueve (un poquito) y les concede la generosa oportunidad de verse una vez al año, el séptimo día del séptimo mes. Cuando llega el día, el matrimonio comprueba que no hay ningún puente para cruzar el río Amanogawa, así que... No pueden abrazarse.

La tejedora llora tanto que viene una bandada de grullas a ayudarla, construyendo un puente con sus alas para que pueda cruzar.



Las grullas prometen volver cada año, siempre y cuando no llueva. Warwick Goble, el pobre, no había visto una grulla en su vida, pero no importa: la ilustración es preciosa así.

Orihime y Hikoboshi, Vega y Altair, esperando todo un año para volver a encontrarse. Es otro amor verdadero, inmenso y claro, con una circunstancia adversa en forma de poder fáctico despótico a pesar del cual encuentran una forma de verse.

La pieza musical más hermosa que he escuchado para esta historia está en el disco Mono no Aware de Jesús Díez. Uno puede oír a las estrellas resonando al final de la canción.

https://www.jesus-diez.com/?wix-music-comp-id=icymwsnp&wix-music-track-id=5848439787094016

 
Un deseo final para todos los que se aman: que nunca llueva vuestro séptimo día de vuestro séptimo mes.